jueves, 31 de enero de 2013

Perro viejo


            Perro viejo



            El viejo perro pastor veía pasar los días plácidamente. Hacía su trabajo con la perfección que sólo la experiencia de años puede llegar a proporcionar. Sabía interpretar cada gesto, cada deseo apenas expresado en un ademán de quien, desde la ribacera o el altozano vigilaba el pastar del rebaño. También el rebaño había aprendido a interpretar su propio estado de ánimo y le obedecía sin rechistar; apenas alguna carrera, apenas una tarascada a la grupa de esa oveja indómita. Por la noche, junto al fuego, compartía con el hombre el descanso bien merecido tras el trabajo. Y todo era paz.

            Por eso aquella tarde, cuando vio llegar al pastor con aquel cachorro enredándose zalamero a sus pies, supo que algo estaba cambiando. Eres viejo, le dijo el pastor aquella noche, y sabes mucho. Eres un buen perro pastor. Quiero que le enseñes. Es joven e impetuoso, pero aprenderá. Ten paciencia. Nos ayudará.


            Y comenzaron unos largos días en los que el viejo perro empeñaba más energías en deshacer los entuertos del aprendiz que en el propio trabajo. Pero al poco no le importaba ya porque parecía como si el perrillo aquel que tan ligero aprendía, hubiera estado allí desde siempre. Aunque había algo que le hacía barruntar algo inconcreto, final, puesto que últimamente no era él sino el discípulo quien cargaba con la mayor parte del trabajo. Y lo hacía bien.

            Otra tarde, mientras el viejo pastor preparaba la cena en el rescoldo de la chimenea, apareció el amo. Le acompañaba un zagal de tez morena y gesto entre curioso y asustado. El amo le habló al viejo pastor. Te estás haciendo viejo, Matías, le dijo, y necesitas ayuda. Eres un buen pastor y sabes mucho. Quiero que le enseñes. Es joven y algo atolondrado, pero aprenderá. Ten paciencia. Nos ayudará.

            El viejo pastor asintió en silencio. El muchacho se puso a acariciar a los perros y a  juguetear con el cachorro. Hubo un momento, cuando el amo ya se iba, en el que todos le miraron y todos pensaron, aunque ninguno de ellos se atrevió a decirlo, que el amo estaba viejo.

       
           Manuel Arriazu (del libro "Animalicos")



viernes, 11 de enero de 2013

Martes Literario - Enero 2013



PRESENTACIÓN

            Nos trae Roberto Simón la primorosa reserva de un vino nuevo en odres viejos. Porque esa es la historia que encierra este romance de la moderna  “Zarandillica”, heroína donde las haya, que zahiere al Capital con pancartas colocadas estratégicamente en rotondas.

            Roberto, que se inició en aquel tan lejano 1984 con su poemario A sueño lento hierve el alma, y que, posteriormente, en 1997 se doctoró en Poética con ese maravilloso libro La tierra poseída, publica, quince años después, este delicioso romance, protagonizado por “la Juana”, alias “Zarandillica”, una especie de Quijote en versión femenina, desfacedora de entuertos y villanías, metedora de dedos en los ojos de los poderosos, y que bien podría acaudillar movimientos 15M con la poderosa y desequilibrante arma de la palabra:

   “QUE CADUQUEN LOS DINEROS
    Y LAS HERIDAS DEL ALMA”.

            Casi nada, para esta sociedad que sólo se mueve al ritmo vergonzante de los mercaderes.

            La Juana, tan “Maja” como “Maga”, “erudita hortelana”  y moderna “diseñadora”, con teléfono móvil incluido, burla por igual a rojos forales que a verdes civiles, gracias a su cualidad metamórfica de convertirse en lagartija.  Y ella sigue a lo suyo,  reivindicando valores con su acción, no con la teoría que otros predican para luego hacer todo lo contrario:

   “QUE FALLEZCA EL EGOÍSMO
    Y LOS ANHELOS DE PLATA.
   COMPARTAMOS LA EXISTENCIA
   SIN DESIGUALDAD NI FARSA”.

            No es de extrañar que  “Zarandillica”, esa guerrillera de la palabra, sea tenida por el pueblo como su salvadora, elevándola a la categoría de mito, solidarizándose con ella  e identificándose hasta el punto de que:

         “Y cientos de ciudadanos
         y miles de ciudadanas
         lucen en sus camisetas
         la frase: YO SOY LA JUANA”.
            Siempre fiel  a sus ideales,  como una profeta-poeta de la palabra y de la no violencia, no cambia ni siquiera cuando el amor o el dinero llaman a su puerta; antes al contrario, su casamiento con un letrado, sirve para cimentar juntos sus deseos de justicia social:

         Al pobre le ofrecen todo
         y al rico cobran sin falta.
         Y en el día a día dan
         clavelinas de sus almas.

            Bienvenido sea este romance épico, tan inusual como necesario, en estos tiempos en que la injusticia social es más que patente, cayendo el peso de la crisis sobre los más necesitados para que los ricos sigan siendo más ricos.

            Un claro ejemplo de que la Ética y la Poética, como predicaba Francisco Pino, deben ir siempre de la mano.
José Javier Alfaro


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 Roberto Simón Romano 
Murchante, 1960. Miembro fundador del Colectivo Paretón de Murchante, en cuya revista, “Paretón” fue colaborador entre 1983-87. Colabora en diversas publicaciones y ha publicado los poemarios “A sueño lento hierve el alma” y “La tierra poseída”. Finalista del premio Ciudadela en 1993, 1994 y 1995. Ganador del Premio de poesía “Villa de Cadreita”.

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jueves, 10 de enero de 2013

Nanas para dormir animales









Nos presentó Pepe Alfaro sus “Nanas para dormir animales”, que ha sido publicada por Olifante, en la Colección Haya. Trini Ruiz, la responsable de la editorial, le acompañó en la tribuna.
Destacaron las palabras del autor al hablar de las nanas y su influencia en las primeras etapas del desarrollo de los niños.
Corrió a cargo de Lara, hija de Pepe, la representación de las Nanas del gato y las Nanas del mosquito.
Trini elogió el trabajo de Pepe Alfaro y su compromiso con la poesía y con los más pequeños.
Le deseamos a Pepe el mayor de los éxitos. Los que ya está obteniendo con sus otras obras poéticas dirigidas al público infantil.