domingo, 12 de mayo de 2013

Bardenas paso a paso (1)


Fósiles.
 
            Es posible que en un momento determinado llame tu atención un pequeño imposible incrustado en la piedra resquebrajada, como si de pronto decidiera hacernos partícipes de un secreto guardado con celo durante tanto tiempo que ya nadie sabe, nadie puede saber, cuándo ocurrió. Igual que una perla sin nácar, te ofrecerá el fruto de sus cuidados de madre tierra que acoge y hace suyo todo aquello que envuelve. No es sólo una pequeña caracola fósil lo que has conseguido desprender de la roca. Y tú lo sabes. Es un verso petrificado, de una perfección espiral y extraña a la que sólo la naturaleza ha sido capaz de dotar de ritmo vital y rima. Cuando ni siquiera ella sabía, cuando ni siquiera la tierra sabía, cuando nadie sabía ni imaginaba que pudiera llegar a guardar algún significado. Pero ahí, en la palma de tu mano lo adquiere con una fuerza inusitada y se trasforma en mil palabras que nadie pronuncia. Tú sabes que es el azar el que la ha puesto ahí donde tú la habías de encontrar. Y sabes que este regalo inesperado podía haber sido diferente. Un diente de cocodrilo, unas escamas de pez que se iluminan al humedecerlas con el mismo brillo de un mar que ya no es, una acumulación de conchas fragmentadas, un retazo de caparazón de tortuga que sin prisa nos ha alcanzado en el tiempo. Miras alrededor buscando el horizonte. Un horizonte fósil, como petrificado. Fósil el tiempo, fósil la luz, fósil el viento. El silencio, fósil. Extraño mensaje arrojado a este mar de tierra en el interior de una piedra. 

                                                                     El que camina. Bardenas paso a paso.
                                                                     Manuel Arriazu





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