Mensaje en una
botella para mi suegra
Estaba
deleitándome con un vino de Navarra cuando sonó el teléfono. Me pasó el
inalámbrico y me dijo: es mi madre. Dice que ha encontrado una botella con un
mensaje tuyo… En otras circunstancias - enunciarlas resultaría prolijo y,
calculo yo, así a ojo de buen cubero, inapropiado-, no digo que no me hubiera
sorprendido, pero no, es más,
fingí que me sorprendía, tanto y tan bien que mi mujer tuvo por fuerza que
notar mi sorpresa y es posible que sopesara acertadamente el grado de
fingimiento que emanaba de tal actitud porque me miró como sólo ella sabe. Tal
astilla, cuña de la misma madera. Anda, dile que no estoy. Pero ni siquiera
recuerdo haber alcanzado a pronunciar en voz alta tan sabias palabras. Con el
vasico en una mano y el auricular en la otra escuché la voz de ciertopelo de mi
suegra, un aria brava. A ver, a ver, pero el mensaje… qué dice. No hubo forma
de hacerle entender a la buena mujer mis rectas e inocuas intenciones, tuve que girar el teléfono,
aspersor de improperios, para seguir disfrutando del vino. A todo esto a mi
mujer la vena del cuello, como que se le iba hinchando, así. Cariño, prueba el
vínico, le hice un gesto con el vaso y un guiño. Trae, trae, que te conozco, y
cogió ella el teléfono. Habló un poco con su madre y, digo yo que se enteró. De
todo. Después colgó. A ver, dijo, desde cuándo eres tú poeta. Porque también se
había enterado de lo de los versos y de que la mejor botella de mamá, la que
guardaba para una ocasión, debía tener un agujero, o era que se rezumaba,
porque quedar, quedar, dentro no quedó ni gota, ni mojarse pudo el papelico. Poeta
no soy, que lo copié de no sé dónde porque me hizo gracia, a ver si nos
entendemos.
No me veo yo con fuerzas
para llegar al invierno
así que,
si no es molestia,
prefiero irme con tu yerno.
Firmado: El vino.
Me serví otro vasico
del escanciador. Qué bueno está. Mujer,
pruébalo.
Ella en jarras.
Oye, tú, este vino no será el de mi madre…
Qué va a ser, qué va a ser… además, que no soy curioso.
2 comentarios:
Y tú lo acogiste sin pensar en las consecuencias, claro. Saludos desde mi mejana
Ya ves, Felipe, lo duro que es esto de la hospitalidad (sin mirar de dónde se viene... je)
Gracias por comentar. Un abrazo.
Publicar un comentario