miércoles, 14 de diciembre de 2011

El hombre que miraba el infinito



       Todas las mañanas, desde siempre, se sienta allí, frente al mar. La mirada se le enreda en la maraña de aire y nubes y agua y sal y espuma de olas que lamen la arena de la orilla. A veces las gaviotas rompen el silencio de la mañana, tan lleno del rumor del mar. Surcan el cielo al azar y dibujan un mapa de incertidumbres que el que mira no sabe interpretar. Desaparece la bruma y entre el cielo y el mar aparece el horizonte. Siempre duda acerca de por qué anda allí, justo allí. Por qué el infinito queda siempre más allá, al otro lado. Al otro lado del horizonte.

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