adentro, muy adentro,
una dulzura inmensa.
Nadie diría al verles
que tras su gris aspecto,
su destacar en nada,
su estar ahí callados
sin pretensión ni queja,
que fueran portadoras
de un algo tan distinto
en la misma raíz
de su ser anodino.
Almas de regaliz,
igual que los fendoces
que crecen en ribazos
y bordes de caminos.
Se van tan en silencio
que son como regalos
que nadie quiso abrir.
1 comentario:
Una estrecha relación tengo con estas plantas que distan mucho de ser almas calladas, me gustan los regalices, y las corrientes de los ríos donde expanden sus raíces también me gustan, pero me asusta mucho que esos regalos, complementos de ribazos y caminos, crezcan vivan y se mueran sin que nadie quiera curar su honor. un beso Manuel, eres great.
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