martes, 27 de septiembre de 2011

Adjetivos



“Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; el adjetivo, cuando no da vida, mata.”
Vicente Huidobro


“VII. No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.

Horacio Quiroga



         Extraña ley de vida, que aquello que puede darla sea capaz a su vez de arrebatarla sin remedio, que del propio veneno pueda obtenerse el antídoto. Porque el adjetivo es eso, antídoto y veneno, para el nombre al que acompaña. Elegir el adecuado no es suficiente. Es preciso también detectar la necesidad de su presencia, sentir la gratificante notoriedad de su omisión. La advertencia de Huidobro no es gratuita. Sobre todo porque nos queda el trabajo ineludible de cómo se hace tal cosa. No es fácil. No lo es porque nos cuesta desprendernos de la percepción escolar del adjetivo como una cataplasma, una adherencia, o, peor aún, un adorno barroco para el sustantivo al que se refiere.
        En ocasiones escucha uno de no importa qué texto que está muy bien adjetivado. Si el texto es ajeno no es difícil disimular el escalofrío. Otra cosa es si es propio. Uno siente que le recorre la espalda un temor de hielo, de fuego a la vez, que quema y duele. Una inquietud y más de una duda. Porque no sabes muy bien qué es lo que te andan diciendo. Seguramente que has utilizado muchos y muy sonoros y poco usuales o raros. Y eso, de ser cierto, lejos de representar un halago, acaba por convertirse en la peor de las críticas.
        El secreto (es Horacio Quiroga quien nos pone sobre la pista), está en hallar el nombre preciso, aquel que contiene la sustancia de todo lo que queremos nombrar. Si lo hallamos no necesitaremos más. Claro que no es lo corriente y debemos recurrir al adjetivo con el fin de matizar y definir sus límites con claridad.
        Me pregunto si alguien se atrevería a decir lo mismo, que está muy bien adjetivado, de un texto que careciese de ellos por completo por no necesitarlos. Un texto sin venenos ni antídotos, un texto en el que lo sustantivo es fundamental y la omisión de lo “ad objetum” imprescindible.
        No sé, no sé, sería curioso.
Mientras tanto, mientras conseguimos la perfección, seguiremos escribiendo y aplicándonos en el ensayo y el error (casi tanto en lo segundo como en lo primero), para hacer llegar nuestra voz a quienquiera que nos lea, mientras dudamos.





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